Ni tan cojo, ni tan Diablo

Por: Lic. Idael Hidalgo Reina, Vicepresidente Nacional del Movimiento Juvenil Martiano de Cuba.

El Diablo Cojuelo

Iniciaba enero del año 1869, meses atrás en Oriente se había dado el primer grito de Independencia o Muerte, precisamente el 10 Octubre de 1868 en La Demajagua comenzaba la guerra por la libertad de Cuba. Muchos factores habían condicionado el estallido revolucionario, entre ellos, la caída de la reina Isabel II como cabeza de la metrópoli y la ignorancia con que trataban las demandas de los cubanos en las Cortes Españolas; agudizándose las contradicciones entre el opresor y el oprimido. Otros factores como las ideas libertarias de Simón Bolívar y la independencia de las colonias francesas influenciaron.

Lo cierto es que el oriente cubano llevaba tiempo conspirando a través de logias de las que formaban parte importantes terratenientes que luego de las trabas y barreras que ejercía sobre su economía el reino de España, y basados en el ideal independentista de Varela, no tuvieron otra opción que levantarse en armas para conquistar su propia independencia.

De esta manera en Cuba se empezó a vivir una nueva realidad y un despertar revolucionario, pero todas las regiones de Cuba no estaban levantadas en armas, pero si se respiraba un ambiente político y una preocupación por lo que pasaba en los campos insurrectos.

Todo esto evidenciaba una inquietud política en la urbe habanera que trajo consigo que La Habana se convirtiera en el Morro de aquel momento, debido a las constantes detenciones de todo el que hablara de esa proeza mambisa. Bajo ese escenario es nombrado a inicios de enero de ese propio año el General Domingo Dulce Garay como Capitán General de la Isla quien traía ideas pacifistas y con el fin de contrarrestar ese auge revolucionario y político declara la libertad de imprenta; decreto que marcaría el inicio en el periodismo de un adolescente de 15 años que ya había escrito para esa fecha el Soneto 10 de Octubre en el periódico manuscrito El Siboney.

El 19 de enero salía a la luz por la imprenta y Librería El Iris, El Diablo Cojuelo, uno de los primeros periódicos editados en La Habana durante la breve libertad de expresión decretada por el General Dulce.

El joven José Martí con la ayuda de su entrañable amigo y colaborador Fermín Valdés Domínguez, quien costeó la publicación del único número de ese periódico cuyo título fue tomado de la novela homónima del escritor español Luis Vélez de Guevara, iniciaba en el mundo del periodismo como un desconocido pero que exponía bien claro la manipulada libertad de prensa; esa “dulce libertad” que se proclamaba.

Decía aquel imberbe osado que incursionaba como periodista y que con bases y fundamentos de esa madurez muy pocas veces alcanzada por una persona novel de tan solo 15 años de edad.

“Nunca supe yo lo que era público, ni lo que era escribir para él; mas, a fe de diablo honrado, aseguro que ahora como antes, nunca tuve tampoco miedo de hacerlo. Poco me importa que un tonto murmure, que un necio zahiera, que un estúpido me idolatre y un sensato me deteste. Figúrese usted público amigo, que nadie sabe quién soy: ¿qué me puede importar que digan o que no digan?; … diránme que soy un mal caballero; amenazarán con romperme los brazos, ya que no tengo piernas, mas, a fe de osado y mordaz escribidor, prometo y prometo con calma que a su tiempo se verá que este Diablo, no es un diablo, y que este Cojo no es Cojo.”

Esa dulcificadora libertad de imprenta fue aprovechada por nuevos periódicos que surgieron y otros existentes de renombres ya para esa época como es el caso del Diario de La Marina y la Voz de Cuba, ambos defendían los intereses coloniales y representaban a las capas más reaccionarias de la sociedad cubana y defendían totalmente los intereses del colonialismo español, pero aquel joven egregio que pronto cumpliría 16 años de edad mostró su rebeldía, su inquietud revolucionaria, su inconformidad e hizo que aquel escrito lograra aparte de un valor literario y periodístico, un valor revolucionario y explicara la verdadera libertad de expresión de aquel efímero momento, donde no se podía hablar de la abolición de la esclavitud, una de las principales causas por lo que se había iniciado la lucha por la independencia y menos manifestarse en contra de los dogmas de la Iglesia Católica.

De esto escribía Martí en su publicación:

“Mas, volviendo a la cuestión de libertad de imprenta, debo recordar que no es tan amplia que permita decir cuanto se quiere, ni publicar cuanto se oye.”

Hay que destacar que el Diablo Cojuelo evidencia el carácter de aquel prematuro pero valiente escritor que siendo un desconocido denunció y expuso la realidad cubana, criticó la tendencia existente en el periodismo cubano de aquella época y dejó claro: O Yara o Madrid.

Es admirable estudiar el pensamiento martiano y profundizar en él para así poder apreciar esa genialidad y entender como el Apóstol prefirió vivir de migajas de su cerebro de oro y dedicar su alma y su pluma por completo a la causa de su sufrida patria. Ese es el carácter entero de Martí.